miércoles, 25 de febrero de 2009

Orgullo de ser maestra.

Al saber que soy maestra, la gente suele preguntarme qué enseño, y mi respuesta de que doy clases de infantil en una escuela primaria, generalmente les arranca un ¡ah! tan desabrido que me gustaría exclamar:

¿En qué sitio, sino allí, me abrazaría un apuesto jovencito y me diría que me quiere?

¿Donde más podría atar lazos para el pelo, ajustar cinturones, ver un desfile de modelos a diario y, aunque siempre me vista de la misma manera, oír decir que mi vestido es el mas bonito?

¿En qué otro lugar tendría el privilegio de menear dientes flojos y de arrancarlos cuando terminan de aflojarse?

¿Donde conservaría el alma joven, si no en medio de un grupo cuya atención es tan efímera que siempre debo tener a mano una caja de sorpresas?

¿Donde me sentiría mas cerca del creador que en un lugar donde, por un esfuerzo que yo he hecho, un niño aprende a leer?

¿En qué otro sitio derramaría lágrimas porque hay que dar por terminado un año de relaciones felices?

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